Lina y Antonio son nuestros vecinos más cercanos, viven a unos 2 kilómetros de nuestra casa pero aún así son “nuestros vecinos”. Ellos son cabreros, viven y han vivido toda su vida de eso. Son lo que aquí se llama Lagareños, personas que han nacido y viven en el campo.
Nos invitan muchas veces a comer, a cenar… no podemos pasar por delante de su casa sin que nos paren para darnos fruta, verduras, huevos… o charlar un ratito.
El otro día le propuse a Lina pasar alguna que otra tarde con ella, ayudarla y que ella a cambio me enseñe los secretos de la vida en el campo.
El Sábado fue el primer día, aprovechando que Lina ese día tendría que ocuparse de todo porque Antonio tenía que ir a Málaga, a las ocho y media de la mañana fui a su casa dispuesta a ayudarla en lo que necesitara.
Para empezar Antonio y Lina separaron a las cabras, los machos y los chivos de las hembras que posteriormente ordeñaríamos, yo hice de parapeto para que no se salieran del corral, me miraban como si no hubieran visto a otro ser humano en la vida…
Una vez las separaron, nos fuimos a desayunar, huevos fritos con patatas, morcilla y un café, suena muy bruto, y no se si será el campo… pero a mi me sentó de escándalo.
Antonio se fue y Lina y yo volvimos al corral. Primero limpiamos los refrigeradores donde almacenaríamos la leche y comenzó el espectáculo.
Encendimos las máquinas, aunque antes lo hacían a mano, ahora ya están un poco mayores y lo hacen con una ordeñadora eléctrica
Lina iba metiendo las cabras de 6 en 6, entonces le poníamos las pezoneras y aquello empezaba a ordeñar, cuando a las cabras no les queda leche se nota a simple vista y entonces se las quitamos y se las ponemos a otras. Cuando hemos ordeñado a todas, abrimos una puerta, estas pasan a otro corral y Lina vuelve a meter otras 6, así hasta 200 cabras que ordeñamos.
Intenté ordeñar a mano, pero es bastante más difícil de lo que parece, apenas logré sacar unas gotas y decidí dejar a la experta que ordeñó a una para luego hacer un queso y natillas.
Nos fuimos a la cocina, Lina comenzó a hacer el queso. La leche tiene que estar recién ordeñada para que esté a la temperatura propia, la puso en un cubo y le echó lo que ellos utilizan para cuajarla. Esto es cuanto menos curioso, cuando matan a un chivo lechal, se aseguran de que tenga el estómago lleno de leche, entonces lo atan a un extremo y otro y lo sacan, de manera que queda como una bolsa que secan. Cuando está seca lo meten en la nevera y cada vez que hacen un queso le echan a la leche una pizquita de esto machacado y mezclado con sal, en cuestión de una hora la leche está cuajada. En este rato les pusimos de comer a las cabras, limpiamos el lugar donde se ordeña y nos fuimos al huerto a coger chícharos (guisantes) para un arroz que prepararíamos para comer.
Llegamos otra vez a la cocina, Lina comenzó a estrujar la leche ya cuajada separándola del suero y la iba metiendo en una tira de esparto con forma de círculo y apretando. Yo mientras desgranaba los chícharos y observaba este arte. Una vez tuvo el queso compacto lo metió en la nevera, donde soltaría el último suero y nos fuimos a pasear un rato a las cabras.
Llevaba su onda, es alucinante verla lanzar, parece mentira con la fuerza, velocidad y puntería que lanza las piedras. El paseo fue precioso, junto al arroyo que pasa por su finca. En este rato me contó algo muy curioso:
Hablamos de que a ella le cuesta mucho trabajo hacer el pan, teniendo en cuenta que amasa 40 kilos de harina, no me extraña, y después para meterlo en el horno de leña y sacarlo… son alrededor de 30 panes que congela y tiene para bastante tiempo, le dije que la próxima vez la ayudaría. Le pregunté por la levadura, y me contó que ella la tiene congelada, tres días antes de amasar la saca, y la noche antes de hacer el pan la aumenta con harina y agua y la “acuesta” (tapa con trapos o mantas). La levadura crece de una manera desmesurada según ella me cuenta, vuelve a coger un trocito y lo congela. Entonces le pregunté que la primera levadura de dónde la saca… me miro algo extrañada y me dijo que ella siempre ha tenido levadura, que se la dio su madre, a su madre su abuela y así… yo, tenía mucha curiosidad de cómo hacer levadura así que seguí preguntándole, ¿y si, por lo que sea, te quedas sin levadura?, me volvió a mirar como si fuera de otro planeta, y me dijo, “eso no puede pasar”. Yo continué, pero… ¿la primera levadura entonces de dónde se saca?… y su contestación fue… “pues cuentan que a una mujer se le apareció un cristo… o una virgen… y entonces hizo que el pan le saliera bueno y de ahí todas hemos conseguido nuestra levadura…”. Ahí queda eso… yo me quedé a cuadros.
Volvimos por el camino y guardamos a las cabras en un corral que tienen al lado del arroyo, fresquito y a la sombra. Nos mojamos los pies y volvimos a la cocina a preparar el arroz, al poco llegó Samu y después Antonio. Comimos mientras veíamos una peli de vaqueros en la tele… el día fue muy bonito y aprendí muchas cosas. Eso sí, no hice fotos, porque iba a ayudarla y no me parecía oportuno andar con la cámara como un japonés… ahora que la próxima vez hago fotos, porque hecho en falta poder ilustrar este post.